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Su vida terminó muy mal, pues primero fue tomado preso por Aretas, jefe de los árabes, y luego tuvo que escapar de ciudad en ciudad. Fue perseguido y odiado, por haber rechazado las leyes de su pueblo y por haber traicionado a su país y matado a sus compatriotas. De este modo fue a parar a Egipto. De allí se fue a Lacedemonia. Confiaba en que los de ese lugar lo ayudarían, por ser parientes de los judíos, pero ellos no lo apoyaron. Y así, para su propia vergüenza, el que había echado de su propio país a muchos fue a morir en un país extraño; 10 el que había dejado a muchos muertos sin recibir sepultura murió sin que nadie lo llorara. No le hicieron ninguna ceremonia para enterrarlo, ni lo sepultaron en la tumba de sus antepasados.

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